Saco, José Antonio, (con Prólogo de
Fernando Ortiz),
Historia de la Esclavitud de la Raza Africana en el Nuevo Mundo y en especial en los Países Américo-Hispanos, (con documentos y juicios de
F. Arango y Parreño,
Félix Varela,
Domingo del Monte,
Felipe Poey,
José de la Luz y Caballero,
José Silverio Jorrín,
Enrique José Varona, y otros) La Habana: Cultural, S. A. 1938. [
Vol. I;
Vol. II;
Vol. III;
Vol. IV] (Los cuatro volúmenes en estado precario)
Volume I is reviewed in
The Journal of Negro History © 1938.
José Antonio Saco (May 7, 1797 – September 26, 1879), was a statesman, deputy to the Spanish Cortes, writer, social critic, publicist, essayist, anthropologist, historian, and one of the most notable Cuban figures from the nineteenth century.
Del Prólogo de Fernando Ortiz:
El problema de la esclavitud ha sido en Cuba el más importante de su historia por sus enormes trascendencias sociales en el país, así en el orden económico de su producción agraria y en el político de su constitución oficial como en el día de los aluviones de su formación demogénica y en el de sus turbias relaciones internacionales. En rigor, el sistema colonial de España en Cuba, desde la conquista de la isla por Diego Velázquez en los albores del siglo XVI hasta la caída de tal soberanía en el ocaso del siglo XIX estuvo siempre basado en la esclavitud. Primero la esclavitud de los indios, efectiva aun cuando a veces disimulada bajo sutilezas de juristas; luego la esclavitud de los negros, con plena legitimación real, sin remilgos ni tapujos. Siempre la esclavitud, y solo la esclavitud, fue la base de la estructura económico-social de la colonia de Cuba. Sobre la básica esclavitud de la fuerza del trabajo productor se alzaba un sistema de concordantes y complejísimas restricciones económicas que caracterizaron el colonialismo español como un régimen autoritario y absolutista hasta sus últimos tiempos. España fue una metrópolis económicamente inepta que, cegada por sus fanatismos, destruyó su propia y activa burguesía, así la judaica e internacional como la católica y comunera, precisamente cuando nacía su imperio indiano, quedando sometida durante siglos, así ella como sus colonias, al dominador provecho de la banca extranjera, ora a los florentinos y genoveses, ora a los tudescos y flamencos y, al fin, a los mercaderes de London, Bristol y Liverpool. España fue incapaz de sostenerse en América cuando su política económica, secularmente esclavista y feudalesca, hubo que cesar por la abolición de la servidumbre y esta fue sucedida en el mundo occidental por una economía liberal de industrias y comercios competidores, a la cual España no se pudo incorporar.
(…)
José Antonio Saco, desde su cátedra y desde la Revista Bimestre Cubana, de la Sociedad Económica de Amigos del País, era en la tercera década del siglo XIX el mentor de la juventud liberal de Cuba. Era su guía y su esperanza; era, pues, un “hombre peligroso”. Por eso, apenas llegó a esta isla el Capitán General don Miguel Tacón, tan dado a las públicas obras como a las públicas corrupciones y a las públicas tiranías, Saco fue desterrado de Cuba. Fue proscrito por los temores que inspiraban en las autoridades su influjo en la juventud de Cuba, y a su “maldita manía de pensar”; por la intriga de un empingorotado clérigo, deán de la catedral habanera, a quien Saco estorbaba para su ensoberbecida politiquería personal; por la enemiga del Superintendente de Hacienda, don Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, a quien Saco le combatía su proyecto, al fin realizando, de contratar abusivamente el primer empréstito público de Cuba con el capitalismo extranjero; y sobre todo, por las campañas de Saco en pro de la supresión de la trata negrera a la cual se negaban los magnates de la gran colonia española, así sus nativos aristócratas terratenientes, que en sus plantaciones azucareras explotaban a los esclavos, como sus autoridades peninsulares, que fomentaban la trata ya ilícita, cohechados al precio del oro que cobraban porcada negro encadenado que del África se traía por los contrabandistas protegidos; y como los advenedizos mercaderes de Ultramar cuya principal fuente de medros indianos fue casi siempre el contrabando y el comercio intérlope con los filibusteros.